LA SOMBRA



La sombra es el otro. No cualquier otro. No el otro conocido, sino el ignorado. No el otro amado, sino el odiado. No el otro que nos confirma, sino el que nos niega. No el otro que nos ayuda, sino el que nos perjudica. El otro es espejo. El otro que se presenta a nuestra vida es reflejo de lo que somos y no vemos. Ese espejo, ese otro, permite reconocernos en lo que no queremos, no podemos o no sabemos ser. No significa que “yo soy como él”. No significa justificar cualquier acto. Sino discriminar manteniendo el contacto. Diferenciar sin disociar. Desaprobar sin negar. Rechazar sin excluir. El otro nos muestra lo que no alcanzamos a ver en nosotros. Lo revela, lo hace emerger, lo hace explícito y evidente, lo “saca afuera”.


En el corazón de la humanidad están las víctimas y los victimarios. Decir “yo soy la luz” implica decir “yo soy la sombra”: el horror de reconocernos en aquellos contenidos que negamos, que necesitamos bloquear, reprimir o excluir para mantener la imagen adorada de nosotros mismos. La luz proyecta sombra. Una no es ajena a la otra. Lo que nos produce espanto ver en nosotros mismos lo proyectamos en los demás. Luz y sombra no son “dos polos autónomos”, sino que fundamentalmente la luz y la sombra siempre es un vínculo. La sombra es el otro. Y el destino. (...)



Alejandro Lodi, "El otro, la sombra".

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