LEY DEL ESPEJO
La Ley del Espejo nos plantea que el
origen de nuestros sentimientos negativos hacia una persona tienen su origen en nuestro interior y
es por eso que somos nosotros los responsables de manejar creencias, ideas y
malos pensamientos hacia los demás.
Porque el enfado,
habitualmente, es con uno mismo y no con el otro. Es decir, todo comienza y
todo termina en uno mismo, es la proyección la que juega con nuestra mente,
como si nuestra realidad fuese un espejo que nos devolviese la imagen que
estamos generando.
Yoshinori
Noguchi recrea en su libro homónimo a esta ley, una bella historia,
emocionante hasta las lágrimas, que nos brinda la posibilidad de asumir e
integrar esta idea en la vida cotidiana. Este autor nos sitúa delante de un
espejo para enfrentarnos con nuestro interior que es, en definitiva, el que
determina todo lo que nos sucede en la vida. Así es que, como diría
Carl Jung, “Lo que niegas, te somete y lo que aceptas, te
transforma”.
Lo que nos molesta de los demás, es
lo que nos negamos a nosotros mismos.
Debemos someter a examen lo que nos molesta de los
demás. ¿Por qué
nos incomodan los comentarios de nuestro hermano en las comidas familiares?
¿Por qué no somos capaces de razonar cuando tenemos a nuestra cuñada delante?
¿Por qué no podemos aguantar que no nos apoyen cuando lo deseamos?
Para analizar esto es bueno que hagamos una lista con
todas las cosas que nos molestan de las personas que nos rodean. Probablemente
nos demos cuenta de que hay valores que nosotros también estemos
menospreciando; es decir, probablemente
nos demos cuenta de que hay cosas que nosotros también hacemos mal.
De alguna manera debemos plantearnos algo así como: ¿por
qué no reaccionamos ante una situación de la misma forma con todo el mundo?
¿Por qué un simple y seco “hola” nos irrita de unas personas y no nos provoca
reacción alguna si lo pronuncian otras? La respuesta es simple: no
guardamos lo mismo hacia unas personas que hacia otras.
Por eso, el siguiente paso es que hagamos una lista
sobre aquello que tenemos que agradecer a esas personas que siempre nos incomodan
(probablemente algo habrá hecho por nosotros o por alguien a quien apreciamos).
Sabremos que nos hemos liberado cuando lo que tanto
nos incomodaba del otro deje de molestarnos y la experiencia que nos generaba
sufrimiento deja de repetirse.
Si queremos superar esto y dar todo de nosotros
para sanar el rencor, entonces el contacto debe ser directo. Sin embargo, si no
lo contemplamos como opción, una forma menos radical es escribir una carta que
no enviaremos, de tal forma que esto nos permita liberar el
desencuentro emocional que albergamos en nuestra mochila.
Sea como sea,
conocer la ley del espejo nos ayuda a ser precavidos y a procurar no alimentar
el rencor y los malos sentimientos de ahora en adelante.
No debemos olvidar que proyectamos lo que llevamos dentro, por lo que cada cosa que veamos en los otros, probablemente dirá más de
nosotros mismos que de los demás.
Raquel Aldana, Máster en
Psicología General Sanitaria.
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