LO QUE NUESTRO NOMBRE ESCONDE

El nombre es la primera marca que se imprime sobre todo ser humano. Es una palabra y, como tal, trae consigo una serie de significados y una larga cadena de asociaciones. Además, por lo general, el nombre lleva implícita una intención de quien lo otorga, en parte consciente, en parte inconsciente.

Casi siempre el nombre viene dado por otros, no es elegido. Y casi siempre también hay alguna historia detrás del por qué te dieron esa denominación y no otra: así se llamaba tu abuelo, o esos nombres estaban de moda. A tu mamá le parecía que era una manera tierna de nombrarte o tu papá pensaba que era un nombre propio de personas ilustres.

También tu nombre puede ser el homenaje a una persona fallecida, o a alguna figura que tus padres admiran. Incluso, pueden haberte puesto un nombre para competir con sus amistades, o para impactar a quienes están alrededor, o para hacerle un homenaje a algún santo o a Dios. Razones sobran, al menos para el que te nombra.

Ciertamente, es agradable ver estampado el propio nombre; un libro es siempre un libro, aunque no contenga nada”.
–Lord Byron–

Lo cierto es que con esas asociaciones, esos significados y esas intenciones, también delinean una parte de tu destino. Siembran o quitan una expectativa sobre ti. Te dan también un sutil mandato sobre la clase de persona que esperan que seas. Ponerle nombre a alguien equivale a darle un lugar dentro de una cosmovisión.

Las funciones del nombre

El nombre de una persona tiene tres funciones básicas: la identifica, la ubica dentro de una determinada cultura y le sugiere un proyecto de vida. Identifica porque es lo que habitualmente te va a diferenciar del resto en un contexto compartido, por lo que vas a responder. Te inscribe en una cultura en primer lugar por la procedencia y la comprensión de ese nombre, por parte de quienes están en tu entorno; en segundo lugar por tu apellido: dice a qué familia perteneces.

También el nombre sugiere un proyecto de vida, por las expectativas, las fantasías y las motivaciones que tuvieron tus padres o los adultos que te nombraron. Al darte un nombre también están haciendo algo así como una apuesta por tu destino. Lo que sienten y lo que piensan en el momento en que naciste se ve reflejado en la forma en la que te nombran.

Así mismo, aunque quienes te nombren no lo sepan, la mayoría de los nombres tienen su propia etimología y, por lo tanto, su significado. Este significado podría ubicarse dentro de lo que llamamos “inconsciente colectivo”. Es algo que la sociedad maneja, pero explicíta. Así, termina delineando también el significado de esa vida a la que se le puso un nombre.

 
Las determinaciones del nombre

Cuanto más común sea un nombre, menos condicionantes opositará sobre quien lo porta. Por el contrario, cuando se trata de un nombre rebuscado, extranjero, extraño o incluso ridículo, su influencia será mucho mayor. Lo mismo ocurre cuando se lleva el nombre de una persona muerta, o cuando se porta el nombre de otra persona de la familia: el padre, la madre, o alguien cercano a ellos.

En el caso de los nombres exóticos, por lo general denotan fuertes fantasías de los padres. Quieren destacarse a través de sus hijos. Saben que los demás tendrán dificultades o sentirán extrañeza a la hora de nombrar a sus hijos, pero eso es precisamente lo que buscan: llamar la atención de los demás, poner un sello de diferencial.

Hay nombres tan raros o tan rebuscados que terminan siendo ridículos. Es usual que sean fruto de la ignorancia o de la alienación de los padres. Se sabe que en Ecuador varios niños llevan el nombre “Eveready”. En Colombia apareció una persona con el nombre “Usnavy”, porque su padre, un militar que fue a la guerra en Corea, había visto esa palabra impresa en un barco de los Estados Unidos.

En todos estos casos, el nombre induce a ser de determinada manera. A veces origina sutiles inconformidades o abiertos rechazos. Algo de nuestro destino se está jugando en ese nombre que nos dieron sin permiso y al que con el paso de los años la mayoría de nosotros le vamos cogiendo aprecio. Quizás porque lo vamos haciendo más a nuestra medida, más nuestro.

Edith Sánchez
Fuente: La mente es maravillosa

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