LAS HERIDAS DE LA INFANCIA
Son los procesos más difíciles que se viven en los primeros años de nuestra vida y, algunas veces, hasta nuestra adolescencia; nos dejan marcados ya que lo vivimos con vergüenza, miedo, tristeza y es, simplemente, la falta de atención primaria como protección, seguridad, afecto, contacto físico positivo, cuidado, cariño, ternura, compañía y amor.
Sin embargo, sucede que, muchas veces, los
propios padres nunca lo recibieron, razón por la cual, no pueden dárselo a sus
hijos tampoco. Es uno de los transgeneracionales más frecuentes.
Como adultos vivimos en un círculo vicioso
inconsciente por no haber sido cuidados adecuadamente.
HERIDA DE ABANDONO
Esta
es compartida por todos los seres humanos, ya que es una huella muy arcaica que
proviene en primera instancia de las primeras comunidades tribales, donde ser abandonado por la tribu,
significaba muerte segura. Es decir, la traemos en el ADN.
Por otro lado, también la generamos en el parto, ya que, de pasar de un medio cómodo dentro del vientre materno, somos separados abruptamente de estas condiciones para salir a un medio mucho más hostil.
Por otro lado, también la generamos en el parto, ya que, de pasar de un medio cómodo dentro del vientre materno, somos separados abruptamente de estas condiciones para salir a un medio mucho más hostil.
El problema comienza cuando el niño es
abandonado física y/o emocionalmente por diversas circunstancias: muerte,
separación, divorcio, periodos largos de hospitalización, trabajo o,
simplemente, porque emocionalmente los padres no estaban disponibles para los
hijos, generando una huella muy profunda de dolor que, cuando crezca el niño,
tenderá a relacionarse con personas que lo abandonen físico y/o emocionalmente
de nuevo (parejas, amistades, hijos, etc.), reviviendo y perpetuando las
historias de dolor.
HERIDA DE RECHAZO O EXCLUSIÓN
Al
igual que la herida de abandono, la tenemos en el ADN desde tiempos remotos,
por las mismas razones que la huella de abandono.
Sucede cuando, por ejemplo, no fuiste un
bebé deseado, cuando no eres del sexo esperado, influye demasiado el proyecto
sentido (estado y vivencias de los padres 9 meses antes de ser engendrados
hasta los 3 años de niño), cuando no eres visto por alguno de los padres, cuando
hay preferencia por otro(s) hermano(s), quedando una sensación de ser poco
querido en relación a los demás, pero, sobre todo, no proporcionando un sentido
de pertenencia e importancia personal que es tan necesario los primeros años de
vida.
HERIDA DE COMPARACIÓN
Sucede cuando
los padres hacen comparaciones entre los hijos. Por ejemplo: “¿Por qué no eres
como tu herman@... que es tan obediente, bueno,
estudioso? En cambio, tú eres un flojo, bueno para nada, desobediente.” También
cuando se realizan comparaciones en la escuela: “la fila de los aplicados y la
fila de los burros”.
El
celoso, normalmente, siempre elige personas atractivas para enamorarse donde,
en la comparación con las parejas potenciales, siempre sale perdiendo. El otro
es más guapo, joven, exitoso, en relación a sí mismo.
HERIDA DE DESCONEXIÓN
Se
genera cuando en las familias hay muy poco contacto físico positivo; ser
cargado en brazos, abrazado, besado, tocado de forma sana.
Esto genera en la etapa adulta dos posibles conductas; una
es la “fobia al contacto”, es decir, un miedo profundo a ser tocado, a la
cercanía física, lo cual se va a reflejar en una dificultad grande para
contactar al otro, sintiendo una profunda angustia cuando alguien los quiere
tocar e incluso acercarse. La otra posible conducta es la promiscuidad.
HERIDA DE INVASIÓN
Esta
herida es muy común, y se da cuando los padres son muy castrantes, es decir,
invaden al niño diciéndole lo que “tienen” que hacer, cómo lo tienen que hacer, dirigiendo y supervisando cada paso
de su vida.
También cuando hay abuso sexual infantil o
cuando son niños muy golpeados o maltratados verbalmente. Esto significa que,
hay una invasión a los límites de la persona continuamente.
Cuando estos niños crezcan, tenderán a huir de las relaciones por temor a ser “tragados” por el otro. Son las típicas personas con fobia al compromiso. Se relacionan, curiosamente, con personas dependientes; es decir, aquellas que le tienen miedo al abandono y hacen cualquier cosa por permanecer en la relación. Uno huye y el otro persigue, detonando sus miedos más profundos mutuamente.
Cuando estos niños crezcan, tenderán a huir de las relaciones por temor a ser “tragados” por el otro. Son las típicas personas con fobia al compromiso. Se relacionan, curiosamente, con personas dependientes; es decir, aquellas que le tienen miedo al abandono y hacen cualquier cosa por permanecer en la relación. Uno huye y el otro persigue, detonando sus miedos más profundos mutuamente.
HERIDA DE TRAICIÓN
Imagínate
cómo te sentirías si tus propios padres contaran tus secretos e intimidades
tuyas sin tu autorización. Imagina que te das cuenta que tu padre, por ejemplo, tiene otra familia y decide
irse a vivir con ella, dejándolos a ustedes. Imagina que tu mejor amigo de la
escuela, traiciona tu confianza, hablando mal de ti a tus espaldas.
Si te fijas, son situaciones muy dolorosas
que alguna vez habremos vivido todos. Sin embargo, cuando son historias
demasiado fuertes, donde, como niño, no puedes procesar lo que está pasando,
simplemente muchas veces te sientes culpable de lo que está pasando o con
vergüenza y miedo.
HERIDA DE HUMILLACIÓN
Se
da en aquellas familias donde los padres y/o figuras de autoridad, maltratan
física o verbalmente al niño, generando una sensación de indignidad en el menor (“no soy digno de ser querido”), lo
cual provocará que, en la etapa adulta, entren en relaciones de abuso, ya sea
con maltratadores, manipuladores o narcisistas. Genera en ellos una vergüenza
tóxica, donde la persona siente que no merece ser amada por ser tan poca cosa.
HERIDA DE INJUSTICIA
Se
da en aquellas familias donde los padres no tratan igual a los hijos, por
ejemplo, a unos les dan estudios y a otros no; o conductas machistas, donde se les da prioridad a los varones en
relación a las niñas. También en aquellas situaciones fuera del control de la
familia como, por ejemplo, las guerras o los desastres naturales, donde el niño
de repente se ve expuesto a situaciones de vulnerabilidad.
Compartido de la página VIVIR
Comentarios
Publicar un comentario