REFLEXIONES DE RAMIRO CALLE
Ramiro Calle (Madrid, 1943) es un maestro de yoga y escritor. Ha
escrito más de un centenar de libros de diversas temáticas, en su
mayoría filosóficas o espirituales, aunque también recopilaciones de
cuentos y guías de viajes. Desde 1971 dirige el centro de yoga Shadak,
por el que han pasado más de trescientas mil personas. También ha
impartido clases en la Universidad Autónoma de Madrid, y ha dado
conferencias en otros lugares.
Es un reconocido orientalista, pionero introductor de las filosofías orientales y de la práctica del yoga en España.
Vive desde tu mente y desde tu corazón, y no a través de la mente y el
corazón ajenos; vive desde tus experiencias y vivencias y no a través de
las vivencias y experiencias de los demás; en suma, vive tu vida, y no
dejes que los otros la vivan por ti. Cada uno debe apelar a su
inteligencia primordial. Ni siquiera un iluminado puede iluminar nuestro
camino; porque el propio camino sólo puede ser iluminado por uno mismo.
El conocimiento de uno mismo se puede comenzar desde muchos lugares.
Pero, se empiece por donde se empiece, el ingrediente que NO DEBE faltar
es la buena fe, la honestidad para consigo mismo. Esto quiere decir que
nada servirá, ni la psicoterapia, ni los talleres vivenciales, ni las
lecturas, si los conflictos no los refiere a usted. Si usted insiste en
culpar a su esposa, a las circunstancias, al programa económico vigente o
a la conjunción astral por sus problemas, todo seguirá igual. Entonces…
¿Por dónde empezar? Pues… por usted.
Cuanto más confía una
persona en sus propios recursos internos y capacidades humanas, más
maduro y controlado es su ego, más carencias emocionales ha superado y
más equilibrio ha conseguido para su mente, menos necesidad tiene de
buscar ídolos, líderes o profetas; […] El individuo debe aprender a
confiar en sus fuerzas psíquicas, a hallar respuestas y directrices
dentro de sí mismo y no sólo en los demás, a trabajar interiormente para
desplegar el lado más armónico del propio ser y no precipitarse en la
necesidad compulsiva y fanática de hallar referentes en las palabras y
los comportamientos de los líderes, que a menudo condicionan a los
débiles de carácter y les roban su libertad interior, mediatizando sus
mentes y procederes.
Un yogui decía: «No me digáis nunca que un
ser humano no puede cambiar». La frase más estúpida y mediocre es
aquella de «soy como soy». No, uno puede empezar a ser como quiera ser.
Eres desasosegado, puedes cultivar el sosiego; tienes odio, puedes
comenzar a desplegar tu entendimiento y compasión; eres perezoso,
actualiza tus energías de diligencia. El andamiaje de nuestra psicología
puede «desaprenderse» para mejorarse. Pero no hay milagros en este
sentido. Cambia el que se hace la firme resolución de cambiar y pone los
medios oportunos para ello. Un maestro de arquería le dijo a su
discípulo: «Amigo, yo te doy el arco, te doy la flecha y te enseño a
disparar, pero, desde luego, yo no voy a tensar el arco por ti ni a
apuntar la flecha por ti».
Usted está representando un papel sin
saber que lo está haciendo. Es casi seguro que recibe «aplausos» por su
actuación pero el costo de ella es muy grande: dejar de vivir su propia
vida para vivir la vida que otros escribieron para usted. Esto
representa vivir sin libertad porque, aunque el argumento sea permisivo,
está viviendo de acuerdo con directivas ajenas y no según su propio
plan de vida.[…] Si vivimos de acuerdo con lo que se espera de nosotros,
por mejor que nos vaya en la vida, vamos a tener una sensación de
futilidad; en cambio, si vivimos según nuestra meta, según nuestros
puros y auténticos deseos, libres de argumentación ajena, nuestra vida
tiene sentido pleno. En este caso estaremos «honrando la vida», de la
otra manera vivimos por vivir.
Es frecuente sentir el esfuerzo
como algo provocativo o coercitivo. En la denominada «era cibernética»,
se llega a suponer que siempre hay alguien que puede hacer el esfuerzo
por nosotros. Pero nadie puede conocerse, mejorarse y liberarse por
nosotros. No hay dinero que pueda pagarlo, al menos hoy por hoy. Sin
embargo, se desplaza la responsabilidad del bienestar a otras personas:
al terapeuta, al mentor, al gurú, al sacerdote o al brujo. El caso es no
responsabilizarse del propio mejoramiento humano. Hay un adagio que
reza: «De tener que quedarte en una cárcel, más vale la propia que la de
otro». (…) El esfuerzo es necesario para cualquier ejercitación; la
disciplina es inevitable hasta para cultivar una planta. Esfuerzo y
disciplina deben asumirse libre y conscientemente. El esfuerzo es
energía canalizada hacia un logro que exige una ejercitación. Aprendemos
a caminar y a hablar; luego aprenderemos a conocernos. Sin esfuerzo no
hay avance interior; sin esfuerzo nadie puede poner en marcha todos sus
recursos internos y mejorar su mente y sus emociones. Cierto es que
cuanto más firme sea la motivación, más fácilmente devendrá el esfuerzo y
más se prosperará en la disciplina llevada a cabo. También se debe
hacer un esfuerzo para ir ganando el sosiego interno: hay muchas
actitudes y enfoques que cambiar, rasgos mentales y psíquicos que
modificar, conductas que desmantelar y otras que estimular. Se requiere
un esfuerzo notable para mutar los modelos de conducta mental que
engendran desdicha.
Compartido de la web danielramosauto.
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