MARY SHELLEY Y EL ARQUETIPO DEL MONSTRUO QUE QUIERE SER HUMANO

 
Mary Shelley, hija de la escritora, filósofa y feminista británica Mary Wollstonecraft, fue educada en el ambiente científico, humanista e intelectual del Londres decimonónico.
Uno de esos seres que sólo aparecen una vez por generación para arrojar sobre la humanidad un rayo de luz sobrenatural. Ella brilla, aunque parezca oscurecerse y los hombres crean que está apagada, pero se reanima de repente para brillar eternamente”.
Mary Shelley, sobre su madre
Shelley dio a luz una historia que en 2018 cumplió el bicentenario de su publicación. Un cuento terrorífico que, más de doscientos años después, sigue de plena actualidad.
Estamos hablando de Frankenstein. Que es un doctor. Y un monstruo. Y también un mito.

El largo y frío verano en Villa Diodati

Hablar del mito de Frankenstein es casi tan osado como intentar hablar del universo en un tuit. Su propia gestación, aquel verano de 1816 en el que el sol decidió ocultarse y la tierra congelarse, forma parte de la mitología y también de la historia de la literatura. Ese verano, Mary Wollstonecraft y su prometido Percy Shelley se alojaron en la villa que Lord Byron había alquilado cerca del Lago Ginebra, en Suiza, donde tenían previsto pasar unos días de sol y asueto. Lo del sol se fue a hacer gárgaras en el momento en que el cielo se oscureció y empezó a diluviar, así que Byron y los otros, entre los que se contaba también el médico de este, John William Polidori, se encerraron en la casa.
Sin internet, ni televisión, ni agujas para hacer ganchillo, se dedicaron a leer en voz alta clásicos de la literatura hasta que al anfitrión se le ocurrió una idea: que cada uno de los presentes escribiera un relato de terror para luego, entre todos, elegir el mejor. Se pusieron a la tarea, pero salió el sol y los hombres (¡ay, los hombres!) dejaron sus escritos a medias. Mary no. Ella se quedó allí e inspirada por las montañas, la nieve, sus conocimientos científicos y literarios, y ciertas conversaciones que había mantenido con Byron acerca del principio vital, terminó un relato que tituló Frankenstein o el moderno Prometeo.

Frankenstein, EL MONSTRUO QUE NO QUERÍA ASUSTAR

Además de la carga intelectual que su autora incorpora, la potente base científica de la obra ha llevado a muchos teóricos a considerarla el primer relato de ciencia ficción de la historia. Un doctor obsesionado por crear vida a partir de un cuerpo inerte puede remitirnos a relatos más antiguos como El Golem, en el que un hechicero otorgaba vida a un humanoide hecho de barro. La diferencia estriba en que mientras aquellas viejas historias de origen medieval se basaban en la magia, Frankenstein, como hijo de su tiempo, se apoya en la ciencia; concretamente en las investigaciones de dos científicos (Galvani y Darwin) empeñados en demostrar que era posible revivir cuerpos muertos a través de la electricidad. Hecho que en esa época no era posible, pero si pensamos en los modernos desfibriladores veremos que no iban muy desencaminados.
Pero esta novela destaca por encarnar casi de manera seminal el arquetipo del monstruo que quiere ser humano pero no lo es, y, por tanto, no sabe lo que es. Y se cabrea. Y con razón. ¡Que viva el dilema, que sin él no hay pensamiento! Así tenemos el existencial (¿quién soy?) y el ético (¿puede el ser humano jugar a ser Dios?
Mary, a sus dieciocho añitos, antes de ser Shelley, sabía de lo que quería hablar y lo hizo. Y con ello inauguró el subgénero de criaturas que se rebelan contra su creador que, con mayor o menor profundidad, nos ha legado tanto la literatura como el cine.

FRANKENSTEIN Y EL FEMINISMO

"No deseo que las mujeres tengan más poder que los hombres sino que tengan más poder sobre sí mismas".
Mary Shelley
Mary Shelley era una mujer atípica en la sociedad de la época y consiguió encumbrarse en la gloria literaria con una obra inmortal escrita en pocos días, aprovechando el mal tiempo. Sus biógrafos y críticos encuentran en el texto claras reflexiones feministas que una lectura superficial puede pasar por alto. Pero examinemos de cerca la obra y encontraremos algo sorprendente.
Tenemos un ser inteligente y bello que quiere ser como los demás, sentirse aceptado y tener los mismos derechos que los otros, pero al que la sociedad margina y rechaza al considerarlo distinto, ajeno a la normalidad establecida.
“Cuidado; no tengo miedo y por tanto soy poderosa”.
Mary Shelley
Eso mismo le ocurría a Mary Shelley, que era mujer y escritora, algo que en aquellos tiempos no estaba bien visto; y a la mayoría de las mujeres de hoy, que padecen sometimiento, discriminación y desigualdad por una mera cuestión de cromosomas y aspecto. Por eso es bueno volver a Frankenstein y redescubrir a la mujer tras la criatura, escuchar su voz y amplificarla con los parámetros y las herramientas del siglo XXI.
Para que, de una vez, sean los monstruos (los verdaderos) los que sientan el miedo.

Adaptación de un artículo de Jorge Magano

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